Bonaparte Gautreaux Piñeyro
En mi artículo del jueves pasado
titulado “Carta a un ex amigo” no me refería nada más a un amigo.
La calidad de amigo amigo no la tiene
todo el mundo. Uno tiene nadie sabe cuántos conocidos.
Hay compañeros de juegos de infancia,
condiscípulos, personas con las que uno asistió a clases en la universidad,
otros con los cuales participamos en intercambios deportivos de distintas
disciplinas, en fin, una buena cantidad de personas con las cuales se ha
interactuado y que en la sociedad actual la gente conoce como “amigos”
La flecha que disparé no fue
directamente a una persona, a sólo un examigo. En esa práctica de tiro arrojé
flechas para que algunos “amigos” se vieran retratados en el espejo de su
pasado.
Aquellos que dijeron y repitieron que
sólo tenían aspiraciones de redención y que aparentaron representar los mejores
intereses del pueblo dominicano.
Esos que se colocaron como
portaestandartes de los principios morales más acendrados de nuestra sociedad.
Esos que cantaron, pregonaron,
vocearon, que eran puros, que aspiraban a completar la obra de Juan Pablo
Duarte.
Esos mismos, que usted y yo creímos
conocer; que usted y yo llegamos a pensar que eran buenos, sanos, honrados.
Esos que aparentaban participar de
aquella conducta que dice que rico es el que menos necesita.
Esos que se ganaron la admiración y la
confianza de mucha gente, incluyendo a cualquiera de nosotros.
Esos que no se limitaron a hablar,
decir, escribir, sino que también bajaron a la arena de la lucha cívica,
acudieron al llamado de la democracia para defender la libertad y al reclamo de
la Patria, cuando fue preciso defender su independencia, su derecho a buscar y
obtener un lugar decente bajo el sol.
Esos “amigos” que ayer se conformaban
con vivir decente y honestamente del sudor de las frentes suya y de sus
mujeres.
Esos, que muchas veces disfrutaron de
las cosas sencillas que tiene la vida: una puesta de sol sobre la montaña, la
luna rielando sobre el mar, convirtiendo su reflejo en un camino de luz, la caricia
de las cristalinas aguas de la chorrera de un río oculta por una vegetación aún
se mantenía virgen.
Esos mismos que ahora pisan suelos de
mármol extranjero, que huelen el sándalo que perfuma sus vestidos cuando abren
los guardarropas, que necesitan vestir calzados de pieles escogidas de animales
seleccionados curtidas especialmente.
Esos que se elevaron sobre sus miserias
económicas para emporcarse en lo más abyecto y putrefacto de las sentinas
indecentes e inmorales.
Esos que se han colocado con sus
acciones innobles a tal distancia, a
esos los borré de mi lista de “amigos”. No lo siento, es que sus fortunas dan
asco…por mal habidas. Sencillamente.