Dra. Milagros Ortíz Bosch
La democracia
necesita demócratas. Cuando al margen de sus normas se establece
una dirección desconocedora de las reglas del sistema, se termina
por lesionar su esencia.
Lesiona su esencia
quien busca la consagración de su liderazgo al margen de los
ciudadanos que cree representar. Con el Pacto de la Corbatas Azules
vulneró Miguel Vargas su normal proceso de
crecimiento al aceptar ser designado líder del Partido
Revolucionario Dominicano (PRD) por el líder del Partido de la Liberación
Dominicana (PLD).
En ese acuerdo se aceptaron las posibilidades de retorno al poder, de hora y después, de aquellos que el proceso iba descartando. Se presentó como buena la reelección que nunca quiso José Francisco Peña Gómez. Y ahora, en esta oportunidad, dos millones doscientos mil ciudadanos dijeron donde querían que estuviera el Presidente del PRD.
En ese acuerdo se aceptaron las posibilidades de retorno al poder, de hora y después, de aquellos que el proceso iba descartando. Se presentó como buena la reelección que nunca quiso José Francisco Peña Gómez. Y ahora, en esta oportunidad, dos millones doscientos mil ciudadanos dijeron donde querían que estuviera el Presidente del PRD.
Era tal la
satisfacción por la consagración de liderazgo que recibió, que el
país quedó enredado en una Reforma Constitucional que haría posible el
control de los poderes públicos al Presidente del bautizo y retrotraer
los Poderes judicial y electoral a etapas superadas en la
crisis de 1994.
De repente el PRD de la
democracia, de las batallas por el voto secreto y de colores, el que devolvió a
los cuarteles a los militares, el que consagró la libertad de las ideas,
el que facilitó los balances del Poder, en la coquetería del
azul de las corbatas, validó el retroceso del derecho a elegir en libertad y
convertir en mayoría la oportunidad de votar para vencer el clientelismo y el
uso inadecuado de los fondos públicos. Quien facilitó esos hechos,
o no dimensionó sus consecuencias, o no genera confianza para cambiar el rumbo
de nuestra democracia.
En la euforia de las
corbatas, organizó Miguel Vargas las dos Convenciones con más
desconocimientos de resultados que el Partido Revolucionario
Dominicano haya realizado en su historia, sin olvidar que dispuso la
sustitución de Tirso Mejía Ricart como su organizador y Hugo Tolentino se
vio obligado a renunciar a su presidencia, fue lógico, que
conociendo la historia del PRD, por encima de la dirección, se hiciera
mayoría la candidatura de Hipólito Mejía. El PRD siempre le ha
importado la democracia. Es su esencia.
Lo que vendría después, muy
dentro de “hacer lo que nunca se hizo” lo realizó Miguel Vargas
Maldonado. Enseñó el voto que es igual que anularlo por violación a
la Ley electoral. La cobertura quedó al descubierto.
Todos los que hemos
conocido la importancia de subirnos a patanas y participar en caravanas
recordamos a Peña Gómez moribundo, entregado a un proceso cuyo triunfo
sabía no disfrutaría, pero lo hacía en beneficio de la República Dominicana,
del Partido Revolucionario Dominicano y de la gente del pueblo (sus
bases). No fue nunca el resentimiento sino servir a la sociedad
partiendo del respeto a la voluntad ciudadana. Por experiencia, sé
que sólo cinco minutos necesita la aceptación de la derrota.
El conocimiento superficial
de la democracia es lo que le lleva Miguel Vargas a obviar la convocatoria de
los organismos ¿cuántos conocemos? - Al dirigir sin escuchar los organismos se
olvida que el delegatario debe convocarlos porque los reglamentos
demandan y requieren esa validación.
Alguien podrá ilusionarse
con las oportunidades de participación que puede crear el Plebiscito y la
Consulta, y yo les replico que mientras se mantenga el control de los poderes
públicos centralizados y las leyes que lo reglamentan estén esperando por
la acción del Congreso, el Plebiscito y la Consulta son artículos
ilusiones. Estamos obligados a actuar nosotros, a defender el derecho a
elegir en libertad, sin complicidades, solo que para lograrle hay compañías que
crean dudas y las que requerimos no aceptan confusiones.
Al hacer comparación
del accionar de Miguel Vargas con la conducta de José
Francisco Peña Gómez se fortalece mi decisión de ahora. Recuerdo su valentía
para recrear el Partido Revolucionario Dominicano.
La edad no me hace
irresponsable, ni mucho menos me resta capacidad de juicio.
Dramático para mi vida sería morir desdiciendo lo que he sido. Los que aprendieron mi
nombre pero nunca me conocieron, no deben preocuparse por mí, no lo hicieron
cuando tuve a punto de ser expulsada junto a Emmanuel Esquea por el delito de
conducir con seriedad la pasada Convención, ni mucho menos cuando “el de la
corbata azul” quiso prohibir mi participación en la presentación de esos
resultados. El país, mi familia, mis conciudadanos y mis
compañeros saben que nuestra conducta siempre estará abrazada a
principios y a la honestidad, jamás en el miedo a un juicio
histórico que hace tiempo dejó de interesar a quienes hoy lo
invocan.