"La estabilidad cambiaria cuesta una
fortuna, con un peso sobrevaluado".
Escrito por: José Lois Malkun
La económica dominicana ha logrado la
estabilidad en el tipo de cambio gracias al fuerte endeudamiento externo, a los
depósitos en dólares de los bancos comerciales en el Banco Central y al
endeudamiento del propio con la emisión de certificados. Obviamente, hablamos
de una estabilidad cambiaria que cuesta una fortuna, con un peso sobrevaluado
que ha enterrado las posibilidades del país para ser competitivo en los
mercados internacionales.
Aquí hay leche importada que se está
vendiendo en los supermercados a menor precio que las envasadas localmente.
Como hay jamones y quesos que vienen de Europa que se venden casi al mismo
precio que los locales, y a veces por debajo. La lista de bienes es
interminable y solo basta visitar un supermercado y comparar precios.
A ese ritmo, serán pocas las industrias o
agroindustrias locales que podrán sobrevivir a esta avalancha de bienes
importados a precios inferiores, similares o ligeramente por encima de los que
se producen localmente, con el agravante de que la calidad de esos bienes del
exterior es superior a la nuestra.
Lo más extraño del caso es que esas
importaciones no solo proceden de países con los que tenemos acuerdos
comerciales (libre arancel), sino también con terceros países, como Colombia,
Chile, Brasil y varios de Asia.
El problema cambiario no está divorciado
de otras variables macroeconómicas que andan por su cuenta. Por ejemplo, los
déficit externos son alarmantes y en el caso del déficit de la cuenta corriente
de la balanza de pagos, su nivel ronda el 7% del PIB y podría terminar el año
en alrededor del 9%, como es costumbre. ¿Hasta dónde eso es sostenible?
Con respecto al déficit fiscal, los
cuatro años pasados (2008-2011) acumulan un total de RD$220,000 millones y este
año terminará por los RD$140,000 millones. Sobre la deuda pública total, al
final del 2012 superará el 50% del PIB, nivel muy peligroso para una economía
pobre como la dominicana.
Obviamente para muchos funcionarios de la
pasada gestión la deuda del Banco Central y del Reservas no se contabiliza y la
de Venezuela piensan que jamás se pagará, por lo que asumen que el país puede
seguir endeudándose.
Pero donde existe el mayor problema no es
precisamente en el desbarajuste macro-económico descrito sino que las cuentas
del gobierno no cuadran. Si el Banco Central, como alega en su declaración, no
ha emitido inorgánicos desde la crisis bancaria del 2003, que fue amamantada
durante 12 largos años (algo que nunca debe olvidarse), entonces nos
preguntamos ¿Cómo las autoridades explican el financiamiento público actual si
usamos los datos del Departamento de Crédito Público del Ministerio de
Hacienda? Simplemente las cifras no cuadran, porque una parte de ese
financiamiento nadie sabe de dónde proviene.
Lo que el país necesita es que le aclaren
las cuentas y le digan la verdad, porque si lo van a sacrificar en la hoguera
con un nuevo paquetazo fiscal y un ajuste inminente en la tarifa eléctrica, es
justo saber las razones de esa ejecución sumaria.
Es así de simple. No hay que tergiversar
los hechos pasados y mucho menos lavarse las manos y proferir amenazar por lo
que puedan deducir algunos economistas. Simplemente se trata de poner las
cartas sobre la mesa ya que los desequilibrios arropan literalmente a todos los
agregados macro-económicos.
Además, los técnicos del FMI conocerán
esa verdad muy pronto y el apoyo ciudadano que necesitaran las autoridades en
las negociaciones que se iniciaron esta semana, exige como mínimo desentrañar
lo que pasa en la economía, aunque avergüence al “príncipe del simulacro”.
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