"Luego, en una de esas quiebras dañinas en los planes
de desarrollo nacional, el PEEC fue borrado del organigrama y del presupuesto
de la cartera".
Por Ivelisse
Prats Ramirez De Perez
No me agrada escribir sobre fechas conmemorativas.
Mientras me hago más vieja, menos me atraen temas encorsetados con sus
significados desnaturalizados en el significante jacarandoso que les imprime la
marca roja en el calendario.
Hago excepciones en incursiones esporádicas a las
tradiciones, la alegría navideña, el recogimiento místico de la Semana Mayor.
También, cada año hablo En Plural, a veces muy en solitario, del Día
Internacional de la Alfabetización.
Como hoy. Discípula de Freire, conocedora de la Pedagogía
crítica, llevé en 1982 a
la entonces Secretaría de Educación un proyecto de alfabetización construido
junto a mis estudiantes de Pedagogía de la UASD.
El proyecto cuajó en el decreto 210 del presidente
Jorge Blanco, con el nombre de Programa Especial de Educación Ciudadana (PEEC).
Fue más que una prioridad, una pasión huracanada que cruzó mi gestión como eje
transversal de mi filosofía educativa.
Recuerdo emocionada el reconocimiento que la UNESCO
hizo al PEEC como modelo en América Latina, los apoyos que esa organización
recibimos en cursos, seminarios y especialistas.
El PEEC fue mi gloria, también mi agonía. La lucha
fratricida grupal de mi partido abortó en el Congreso la aprobación del
Préstamo de US$25 millones, casi donación por su bajísimo interés, ya firmado
con el BID, para construir 16 escuelas técnicas que complementarían la fase
alfabetizadora con la capacitación para el trabajo.
El PEEC, aunque exitoso en su primera fase, más de
100 mil alfabetizados con amplia participación de voluntarios, se tambaleó y
debilitó en su concepción integral, al faltar el complemento de post
alfabetización previsto.
Luego, en una de esas quiebras dañinas en los planes
de desarrollo nacional, el PEEC fue borrado del organigrama y del presupuesto
de la cartera.
Me pregunto: si el PEEC hubiera continuado como
prioridad en los planes educativos, revisándose, actualizándose en evaluaciones
periódicas de sus errores y aciertos, quién sabe si podríamos hablar el lunes,
por boca del Presidente, de otros “issues” de nuestra Estrategia de Desarrollo.
Desde la agridulce experiencia en ese PEEC
inolvidable, y ante la expectativa de que pasado mañana el presidente Danilo
Medina presentará a la nación un Plan Nacional de Alfabetización, expreso, con
los dedos cruzados, unos cuantos deseos para que nazca vivo y se mantenga
viable este nuevo Plan.
Sabemos que los datos del Censo Nacional de Población
no son confiables para definir nuestro índice de analfabetismo.
A la pregunta rutinaria de si saben o no leer,
contestan muchos iletrados con un “sí” vacilante, asumiendo como vergu¨enza
propia una culpa del sistema.
2. Que la alfabetización no se conciba como campaña
efímera, sino como escalón que tiene que cruzarse para continuar, avanzando en
los otros tramos de la escalera del sistema educativo, articulando la formación
general con la capacitación técnica dentro de un marco de cooperaciones
interestatales y con el sector productivo, de tal modo que aprendizajes,
prácticas y trabajos dignos formen una efectiva red antipobreza.
3. Que se parta de realidades actuales, pero se
aprovechen experiencias: Radio Santa María, es un referente indispensable.
Mencioné el PEEC con vanidosa nostalgia; también me enorgullezco de pertenecer
al Consejo Asesor del Programa Siembra Saber, que el jueves pasado dio un nuevo
paso en la alfabetización, apadrinando 17 instituciones que concursaron para
ejecutar Programas en el Sur y en el Este del país. Apretemos esa red
solidaria.
4. Que se articule la modalidad formal con la no
formal y la informal, desde el principio del Plan. Eso permitirá colectivizar
el esfuerzo, hacer plural la participación, y acercar el Plan a la educación
popular, tan rica en sus ejercicios dialécticos de investigación- acción.
5.Que se aplique la andragogía, no la pedagogía,
recordando la etimología de ambos conceptos. Alfabetizar jóvenes y adultos es
tarea compleja, no solo han de aprender a leer y a escribir, más o menos bien,
sino que los contenidos y mensajes de los textos tienen que interesarlos, y
formarlos en valores y actitudes para que puedan “leer su realidad, escribir su
historia”, lema perdurable de la educación popular.
Deseo que los textos que vayan a utilizarse no sean
“cartillas vacuas”, o peligrosas, Ojalá se vayan escribiendo no PARA los
analfabetos, sino CON ellos en la modalidad de textos generados y generadores.
Estos deseos, mas otros que seguiré comentando, se
compendian en uno: alfabetizar para el ejercicio de la ciudadanía plena, para
romper la exclusión y la desigualdad que nos asfixia; tejer una red flexible
que trascienda campañas y jornadas en la visión de educación para toda la vida.
Que el Plan Nacional de Alfabetización sea punto de partida, no de llegada,
para la educación de jóvenes y adultos.
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