ATISBANDO
¿Es que no se entiende?
Por Bonaparte Gautreaux Piñeyro
La invasión pacífica por una frontera es imposible de
contener. Esa porosidad comienza con el contrabando auspiciado y practicado por
políticos, militares, policías, aduaneros, personal de Migración y, por
supuesto, civiles enllavados de ambos lados. Ninguna frontera es impermeable,
toda frontera tiene resquicios por donde se cuelan desde un alfiler hasta
un camión, los ejemplos sobran.
Las pequeñas mariposas nocturnas buscan la luz,
acuden donde hay, como buscan los hombres una mejor condición de vida aunque
tengan que cruzar las más encrespadas olas en busca de libertad, trabajo,
educación, bienestar.
Agradezco, sobremanera, el trato brindado a mi
tía Gloria Piñeyro viuda Peguero en los Estados Unidos donde llegó, llevada por
mis primas y, ya anciana, el gobierno norteamericano o de la ciudad o el
Estado, no importa, enviaba diariamente una asistente que la cuidaba hasta que
las muchachas regresaban del trabajo.
Por supuesto, eso no era gratuito, mantener laborando
a las personas en edad de trabajar era y será siempre más rentable que el pago
de una asistente que asista a los viejitos para que puedan ser atendidos como
se debe.
Ese modelo de asistencia social es propio de una
sociedad cuidadosamente planificada para sacar el máximo provecho del capital
invertido en la industria, en la agropecuaria, en el comercio, en la educación
y un larguísimo etcétera.
Es un modo de boroneo para que los que mandan puedan
tener más éxito, es una forma de equilibrio propio de la sociedad de la
abundancia que se da el lujo de exhibir una forma de justicia en la
distribución de la riqueza, es algo que se puede ejercer cuando hay para
repartir, que no es el caso dominicano.
Ni los haitianos ni nosotros tenemos la culpa de
haber nacido en una isla dividida en dos porciones irreconciliables, dígase lo
que se diga. Esta isla tiene limitaciones de toda índole y poblaciones cultural
e históricamente disímiles.
A la invasión pacífica de nadie sabe cuántos cientos
de miles de jóvenes, que sospechosamente “viven” de vender chucherías y se
mantienen fuertes y alertas, tenemos el bombardeo de algunos de dentro, de una
parte de la opinión pública internacional más agresiva y de gobiernos poderosos
que empujan a los haitianos a que crucen la frontera a como dé lugar,
Mucha gente ha sido permeada por la campaña que, como
candelita de basurero que nunca se apaga porque siempre hay desechos, que como
una gotera que cae en una piedra, nos hace sentir culpables de la suerte de los
haitianos.
El filósofo español Pepín Corripio, comentaba en una
conversación en presencia de mi Miriam que era dueño de lo que no había
regalado
No tenemos para los nuestros y menos para repartir
¿es que no se entiende?
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Bonaparte Gautreaux P.
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