Por Bonaparte Gautreaux Piñeyro
Publicado en periódico HOY 18/1/2014
Perdónenme por haberme equivocado al
comentar la denuncia del “préstamo” que recibió Miguel Vargas Maldonado,
seis meses antes de las elecciones del 2012.
En esta etapa color de rosa que vive
Vargas Maldonado, entre querubines que lo adulan hasta darle categoría de
perfume al olor de sus pedos, todo le sale como a la auyama cuya flor adorna su
trasero.
Perdónenme por haberme equivocado al
comentar, como siempre lo hago, directo, tirándole al cuello a lo que
tenga el putrefacto vaho de la corrupción, al macuteo, el abuso de poder, el
tráfico de influencias, el negocio de grado a grado con el gobierno.
Excúsenme, pero no creí que la bajeza y
la abyección se habían elevado al nivel de virtudes defendidas con el
lenguaje de albañal que emplean los corifeos de la adulación vil y rastrera.
¡Qué cosa, caramba!, ¡qué mala costumbre!
Meterme a comentar y a defender lo que sé que me producirá insultos de las aves
de carroña que intentan convertir la sociedad nacional en una letrina, donde
algunos maleantes quieren halar a los demás a su oscuro y bajo lugar, en
su afán porque todos seamos iguales en la sentina de la vida que ellos
contribuyen a hacer irrespirable con su presencia y sus palabras.
¡Cuándo aprenderé! Cuando decidiré
llegar a viejo, sin llevarme de aquellos consejos malsanos de quienes se han
atrevido a decirme “no te metas en eso, que es peligroso” o “no te metas en eso
¿no ves que los demás escurren el bulto”, mientras se escuchan, como parte de
un plan de degradación perverso, temas almibarados parecidos a los estrofas del
escrito musicalizado que dice: “alegría, alegría, alegría, alegría”,
palabras, que no versos, que se repiten hasta el cansancio, mientras
las manos de quienes intentan adormecer al pueblo y envilecerlo
aplauden rabiosamente.
Mejor que no aprenda, mejor que siga
siendo cabeza dura, que no me deje engañar por el canto de sirenas que quieren
torcer el rumbo de los hombres desde los tiempos en que Odiseo se amarró del
palo mayor del barco para escucharlas y burlarse.
Mejor que siga pensando y diciendo que
una gota de agua es una gota de agua, porque se parece demasiado a la primera
vez que uno de nuestros padres nos enseñó que una gota de agua, era una gota de
agua.
Todo lo que digan los buitres es fruto de
la complicidad con la corrupción y de servirle al amo que les paga para que lo
escuden de la persecución judicial y popular que mejor temprano que tarde los
atrapará.
Se puede disfrazar la verdad, pero la
verdad siempre brillará para demostrar que hay hombres y caricaturas que
con su accionar errático y amoral se convierten en migueletas, perdón,
marionetas.
Bonaparte Gautreaux P.
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