Bonaparte Gautreaux Piñeyro, el autor |
Por Bonaparte Gautreaux Piñeyro
El último desgobierno de Leonel Fernández
agudizó algunos de los más graves problemas del país al aumentar la deuda
externa y endeudar el país con un déficit fiscal superior a los 150 mil millones de pesos.
Hay frases y palabras que se ponen de
moda y es preciso explicarlas con claridad, eso del déficit fiscal quiere decir
que el gobierno de Leonel y sus cómplices malgastó más dinero que los ingresos
públicos, con todo y aumentar la deuda externa de manera escandalosa.
Que ese dinero se fue en echarle sal al
mar, en compra de votos, en vagabunderías propias de maleantes políticos que
echaron mano de lo que
había y de lo que encontraron para quedarse en el poder.
Lo interesante es ver cómo alguna gente
se ocupa de justificar a Leonel y su desgobierno con acciones tan absurdas como
hablar de austeridad, como si todavía fuésemos tan ingenuos para entrar el dedo
porque la cotorrita no está.
Leonel lo hizo tan mal, pero tan mal, que
se esperaba que la escobita nueva barriera hacia afuera la escoria cargada de
maldad, corrupción, ingenio para robar, ambiciones escandalosas que se estrujan
al pueblo con una exhibición de súbito bienestar que sólo los gánsteres y los
narcotraficantes, muestran con igual descaro.
Estos de aquí rompieron la pudorosa
costumbre elogiada por el presidente Ulises Heureaux, quien recomendó a un
compadre esconder las plumas de la gallina robada servida en vajilla de Limoges
y finos vinos escanciados en
copas de cristal de bacarát.
Obviamente los “compañeros” probaron y
les gustó el ejercicio del título de la película del cineasta español Luis
Buñuel: “El discreto encanto de la burguesía” y decidieron sustituir a los
ricos mediante una oligarquía plutocrática impenetrable, amarrada, protegida y
blindada con el control de las Cámaras Legislativas, cuyos miembros están
adormecidos por injustificables ingresos extra mediante los sobresueldos
llamados “barrilitos” y controlados los Tribunales Superiores en muchos de
cuyos miembros la vergüenza se fue de vacaciones y la honestidad se disolvió
por arte de birlibirloque.
El cambio de Presidente de la República
se convirtió, en pocos días, en el aumento y continuidad del clientelismo, en
el engaño al pueblo cuando se convirtieron centenares de viceministros en
asistentes, ayudantes y cuanto eufemismo fueron capaces de inventar para crear nuevos empleos y mantener
los viejos porque hay que respetar las vagabunderías de Leonel Fernández y su
pandilla, para no disgustar al líder.
Era impensable la no persecución, “ni con el pétalo
de una rosa” de tanto bandidito y bandido que se llevó entre sus largas uñas
los dineros del erario como si fuesen propios.
Y ahora este gobiernazo anuncia que
continuará la austeridad. ¿Cuál? ¿La de nombrar botellas de bajos sueldos?