miércoles, 15 de mayo de 2013

El gobierno anuncia austeridad.

Bonaparte Gautreaux Piñeyro, el autor

Por Bonaparte Gautreaux Piñeyro
El último desgobierno de Leonel Fernández agudizó algunos de los más graves problemas del país al aumentar la deuda externa y endeudar el país con un déficit fiscal superior a los 150 mil millones de pesos.
Hay frases y palabras que se ponen de moda y es preciso explicarlas con claridad, eso del déficit fiscal quiere decir que el gobierno de Leonel y sus cómplices malgastó más dinero que los ingresos públicos, con todo y aumentar la deuda externa de manera escandalosa.
Que ese dinero se fue en echarle sal al mar, en compra de votos, en vagabunderías propias de maleantes políticos que echaron mano  de lo que había y de lo que encontraron para quedarse en el poder.
Lo interesante es ver cómo alguna gente se ocupa de justificar a Leonel y su desgobierno con acciones tan absurdas como hablar de austeridad, como si todavía fuésemos tan ingenuos para entrar el dedo porque la cotorrita no está.
Leonel lo hizo tan mal, pero tan mal, que se esperaba que la escobita nueva barriera hacia afuera la escoria cargada de maldad, corrupción, ingenio para robar, ambiciones escandalosas que se estrujan al pueblo con una exhibición de súbito bienestar que sólo los gánsteres y los narcotraficantes, muestran con igual descaro.

Estos de aquí rompieron la pudorosa costumbre elogiada por el presidente Ulises Heureaux, quien recomendó a un compadre esconder las plumas de la gallina robada servida en vajilla de Limoges y finos vinos escanciados  en copas de cristal de bacarát.
Obviamente los “compañeros” probaron y les gustó el ejercicio del título de la película del cineasta español Luis Buñuel: “El discreto encanto de la burguesía” y decidieron sustituir a los ricos mediante una oligarquía plutocrática impenetrable, amarrada, protegida y blindada con el control de las Cámaras Legislativas, cuyos miembros están adormecidos por injustificables ingresos extra mediante los sobresueldos llamados “barrilitos” y controlados los Tribunales Superiores en muchos de cuyos miembros la vergüenza se fue de vacaciones y la honestidad se disolvió por arte de birlibirloque.
El cambio de Presidente de la República se convirtió, en pocos días, en el aumento y continuidad del clientelismo, en el engaño al pueblo cuando se convirtieron centenares de viceministros en asistentes, ayudantes y cuanto eufemismo fueron capaces de inventar  para crear nuevos empleos y mantener los viejos porque hay que respetar las vagabunderías de Leonel Fernández y su pandilla, para no disgustar al líder.
Era impensable  la no persecución, “ni con el pétalo de una rosa” de tanto bandidito y bandido que se llevó entre sus largas uñas los dineros del erario como si fuesen propios.
Y ahora este gobiernazo anuncia que continuará la austeridad. ¿Cuál? ¿La de nombrar botellas de bajos sueldos?