Yvelisse
Prats Ramírez de Pérez
Por
respeto al compromiso asumido como firmante de la carta remitida recientemente
a nuestro Cardenal, me abstendré unos
días de escribir sobre el tema partidario. Además, la ceniza que marcó en mi
frente el inicio de la Cuaresma el pasado miércoles, sugiere silenciar
desasiegos, represar angustias perredeístas en la búsqueda de un encuentro
personal con el Señor.
Sin
embargo, el jueves 14, San Valentín nos reafirmó todavía amores terrenales. No
debo hablar de política, me remito a la
educación.
El
“pie de décima” para este artículo me lo dio el Dr. Radhames Mejía, rector de
UNAPEC, invitado en el programa “Lideres” de Orlando Jorge Mera.
Con
su característica competencia analítica, mesurado como buen maestro, el Dr.
Mejía habló de los principales problemas de nuestra educación. Entre ellos, con
prioridad merecida, enfocó el papel de los/as docentes.
Desde
que Claparede, afirmó “toda reforma educativa se sostiene o cae por el
maestro” hasta recientes
investigaciones-Cheng, Fullan, Lee, Reymers, el Informe Kinsley, UNESCO, OEI,
CEPAL- los expertos coinciden en destacar la fuerte gravitación del profesor/a
en el éxito del proceso educativo.
No
se trata de “absolutizar” la responsabilidad del docente en la consecución de
los propósitos deseados en programas y planes. Eso sería desconocer, la
comprobada influencia de los entornos, familiar, socioeconómica, mediático, en
la educación.
Pero
al profundizar el estudio de casos como el de Singapur, Corea, y en nuestro
continente, Chile, Cuba, cuyos sistemas educativos han pasado en relativamente
poco tiempo de un bajo a un alto desempeño, el Informe Kinsley insiste en la
hipótesis: “el techo de la calidad de la educación es la calidad de sus docentes”.
El
Informe trasciende la simplona y lineal interpretación que algunos dan a esa
relación docente-mejoría educativa:
Kinsley la asume en una complejidad que contiene elementos que condicionan y
completan, la ecuación, política y sociológicamente.
En
las conclusiones del Informe, se enfatizan tres condiciones previas que
pavimentan el aporte positivo de los/as maestros/as a la eficiencia del
sistema: conseguir aspirantes talentosos a cursar la carrera magisterial:
preparar a los/as maestros/as para que SEPAN ENSEÑAR; y que los docentes logren
un aprendizaje consistente de TODOS/AS sus estudiantes.
Como
lo han dicho educadores de la talla de Álvaro Marchesi, Tenti Fanfani,
Oliveira, Kinsley confirma la indivisible relación que existe entre el Desarrollo
Profesional del Docente y la trasformación global del sistema. Las reformas, en
educación deben ser integrales, no pueden fabricarse como colcha de retazos.
Nuestra
formación docente requiere de una revolución copernicana. Debe concebirse desde una tesis educativa
integral, que parta de una reflexión epistemológica, teológica, axiológica, que
hace tiempo no hacemos, inmersos en la
idolatría de lo virtual.
Esa
visión filosófica, debe empapar currículos, métodos, gestión, evaluación, y el
DESARROLLO PROFESIONAL DOCENTE, nuevo concepto que articula formación y
perfeccionamiento, con salarios, estímulos económicos y dignificación social.
El
Informe Kinsley afirma: “no hemos encontrado un solo sistema educativo que haya
sido trasformado sin contar con liderazgo comprometido y talentoso”.
Ese
liderazgo abarca autoridades nacionales, educativas, y los/as maestros/as, que
en las aulas junto a los estudiantes desarrollen un currículo flexible,
actuando como líderes democráticos.
No
hay dudas. Se comprueba en cada Prueba Nacional, en evaluaciones
internacionales, en la creciente apatía por la lectura, en el degradado uso del
idioma, en la ignorancia histórica en el desapego por la ciencia: se requiere
el cambio en nuestra educación.
¿Dónde
empezar?
Compartir
la identificación que hace Kinsley entre calidad educativa con la del docente,
en República Dominicana y reclamar como elemento infaltable la CALIDAD DE VIDA
del maestro/a.
¿Puede
alguien ser y sentirse líder devengando salarios que equivalen a un tercio del
costo de la canasta familiar, y recibiendo las acusaciones mediáticas como
culpables de todos los males del sistema?
El
4 % logrado permite que algunos sueños cuajen. Una de las acciones más
pertinentes para invertirlo, es acoger
la demanda de ADP por un salario decente. Es justo también, que el magisterio
nacional se disponga a enriquecer su cultura, entendiendo que una licenciatura
es un título que no cierra las puertas al estudio, sino que las abre para
siempre.
Es
justo, entonces, que MINERD y MESCYT implementen desde este mismo año
simultáneamente con el aumento
salarial, un inclusivo Programa
Permanente de Perfeccionamiento Docente, que
como ola abarque todos los
maestros/as del país, en colaboración con la ADP.
Con
maestros y maestras mejor retribuidos/as, su autoestima recuperada, decididos a
continuar sus aprendizajes, puestos a su alcance por las autoridades,
repararemos eficazmente ese “techo de la calidad educativa” que es la calidad
de los docentes.