sábado, 16 de febrero de 2013

REPAREMOS EL TECHO


Yvelisse Prats Ramírez de Pérez

Por respeto al compromiso asumido como firmante de la carta remitida recientemente a nuestro  Cardenal, me abstendré unos días de escribir sobre el tema partidario. Además, la ceniza que marcó en mi frente el inicio de la Cuaresma el pasado miércoles, sugiere silenciar desasiegos, represar angustias perredeístas en la búsqueda de un encuentro personal con el Señor.
Sin embargo, el jueves 14, San Valentín nos reafirmó todavía amores terrenales. No debo hablar  de política, me remito a la educación.
El “pie de décima” para este artículo me lo dio el Dr. Radhames Mejía, rector de UNAPEC, invitado en el programa “Lideres” de Orlando Jorge Mera.
Con su característica competencia analítica, mesurado como buen maestro, el Dr. Mejía habló de los principales problemas de nuestra educación. Entre ellos, con prioridad merecida, enfocó el papel de los/as docentes.

Desde que Claparede, afirmó “toda reforma educativa se sostiene o cae por el maestro”  hasta recientes investigaciones-Cheng, Fullan, Lee, Reymers, el Informe Kinsley, UNESCO, OEI, CEPAL- los expertos coinciden en destacar la fuerte gravitación del profesor/a en el éxito del proceso educativo.
No se trata de “absolutizar” la responsabilidad del docente en la consecución de los propósitos deseados en programas y planes. Eso sería desconocer, la comprobada influencia de los entornos, familiar, socioeconómica, mediático, en la educación.
Pero al profundizar el estudio de casos como el de Singapur, Corea, y en nuestro continente, Chile, Cuba, cuyos sistemas educativos han pasado en relativamente poco tiempo de un bajo a un alto desempeño, el Informe Kinsley insiste en la hipótesis: “el techo de la calidad de la educación es la calidad de sus docentes”.
El Informe trasciende la simplona y lineal interpretación que algunos dan a esa relación  docente-mejoría educativa: Kinsley la asume en una complejidad que contiene elementos que condicionan y completan, la ecuación, política y sociológicamente.
En las conclusiones del Informe, se enfatizan tres condiciones previas que pavimentan el aporte positivo de los/as maestros/as a la eficiencia del sistema: conseguir aspirantes talentosos a cursar la carrera magisterial: preparar a los/as maestros/as para que SEPAN ENSEÑAR; y que los docentes logren un aprendizaje consistente de TODOS/AS sus estudiantes.
Como lo han dicho educadores de la talla de Álvaro Marchesi, Tenti Fanfani, Oliveira, Kinsley confirma la indivisible relación que existe entre el Desarrollo Profesional del Docente y la trasformación global del sistema. Las reformas, en educación deben ser integrales, no pueden fabricarse como colcha de retazos.
Nuestra formación docente requiere de una revolución copernicana.  Debe concebirse desde una tesis educativa integral, que parta de una reflexión epistemológica, teológica, axiológica, que hace tiempo no hacemos, inmersos  en la idolatría de lo virtual.
Esa visión filosófica, debe empapar currículos, métodos, gestión, evaluación, y el DESARROLLO PROFESIONAL DOCENTE, nuevo concepto que articula formación y perfeccionamiento, con salarios, estímulos económicos y dignificación social.
El Informe Kinsley afirma: “no hemos encontrado un solo sistema educativo que haya sido trasformado sin contar con liderazgo comprometido y talentoso”.
Ese liderazgo abarca autoridades nacionales, educativas, y los/as maestros/as, que en las aulas junto a los estudiantes desarrollen un currículo flexible, actuando como líderes democráticos.
No hay dudas. Se comprueba en cada Prueba Nacional, en evaluaciones internacionales, en la creciente apatía por la lectura, en el degradado uso del idioma, en la ignorancia histórica en el desapego por la ciencia: se requiere el cambio en nuestra educación.
¿Dónde empezar?
Compartir la identificación que hace Kinsley entre calidad educativa con la del docente, en República Dominicana y reclamar como elemento infaltable la CALIDAD DE VIDA del maestro/a.
¿Puede alguien ser y sentirse líder devengando salarios que equivalen a un tercio del costo de la canasta familiar, y recibiendo las acusaciones mediáticas como culpables de todos los males del sistema?
El 4 % logrado permite que algunos sueños cuajen. Una de las acciones más pertinentes para invertirlo, es  acoger la demanda de ADP por un salario decente. Es justo también, que el magisterio nacional se disponga a enriquecer su cultura, entendiendo que una licenciatura es un título que no cierra las puertas al estudio, sino que las abre para siempre.
Es justo, entonces, que MINERD y MESCYT implementen desde este mismo año simultáneamente  con el aumento salarial,  un inclusivo Programa Permanente de Perfeccionamiento Docente, que  como ola abarque  todos los maestros/as del país, en colaboración con la ADP.
Con maestros y maestras mejor retribuidos/as, su autoestima recuperada, decididos a continuar sus aprendizajes, puestos a su alcance por las autoridades, repararemos eficazmente ese “techo de la calidad educativa” que es la calidad de los docentes.