"Desde 1984 se fue perfilando en el PRD
una crisis de liderazgo".
Escrito por: Tirso Mejía-Ricart (tmejiaricart@hotmail.com)
El pasado 23 de diciembre, en medio de la
distensión y la euforia que despertó en la comunidad perredeísta la decisión
del Tribunal Superior Electoral de desestimar el intento del sector Miguel
Vargas de expulsar a Hipólito Mejía del PRD, se celebró en horas de la mañana
en la estación radiofónica Z-101, un programa en el que participaron varios
dirigentes de ese partido expresando su opinión sobre la mejor salida.
Yo preferí abstenerme de participar en
ese evento porque pareció poco apropiado dar una opinión razonada en tres o
cuatro minutos, sobre un tema tan complejo y delicado como es el la
unidad y renovación del Partido en la situación actual.
Para comprender mejor la problemática del
PRD es necesario conocer un poco de sus más cercanos antecedentes.
Desde 1984 se fue perfilando en el PRD
una crisis de liderazgo que se manifestó primero en la negativa del Senado
encabezado por Jacobo Majluta de aprobar un crédito blando del BID al
gobierno Jorge Blanco para financiar la construcción de la presa de Valdesia
para el acueducto de la capital, siguió con una feroz campaña por la
candidatura presidencial entre Majluta y Peña Gómez, que se resolvió solo
gracias a un acuerdo en virtud del cual Majluta quedó de candidato y Peña
Gómez recibió en cambio “plenos poderes” para dirigir el partido.
Majluta perdió por pocos votos sin que le
contaran los votos observados que eran de perredeístas en su mayor parte,
y trató de asumir el control del PRD. Entre tanto, ocho años
de gobierno sin cambios en las instituciones oligárquicas balagueristas, y con
parte de su liderazgo permeado por prácticas clientelistas afectaron su
espíritu combativo, pero a partir del 1984 un grupo de dirigentes con el pleno
apoyo de Peña Gómez, entre los que se destacaron además del que esto escribe,
Rafa Gamundi, Fernando Mangual, Raimundo Tirado, Rafael Montilla y el fenecido
compañero y pariente Abel Fernández Mejía, con el apoyo de otros
dirigentes connotados como Hugo Tolentino y Milagros Ortíz Bosch, nos dedicamos
a recorrer varias veces toda la geografía nacional, municipio por municipio, en
labores planificadas de promoción, educación, adoctrinamiento y trabajo
electoral.
Esos trabajos, completados por la
aprobación de una Declaración de Principios y de Estrategias Normativas
de Partido y de gobierno, con el carisma y el liderazgo indiscutible de
Peña Gómez, permitieron que el PRD resurgiera como la gran fuerza de cara al
futuro, aun cuando en 1990 la fracción que siguió a Majluta y las malas artes
electorales del balaguerismo le permitieron al reformismo retener el poder
pero quedó claro que en 1994 el PRD alcanzaría el triunfo.
En 1994, el balaguerismo recurrió al
fraude burdo de eliminar de las listas de electores entre 20 y 30
perredeistas conocidos, pero el escándalo internacional y la crisis
generada obligó a Balaguer a reducir su mandato a solo dos años y prohibir la
reelección presidencial. En 1996 Balaguer maniobró para hacer elegir en
una segunda vuelta a Leonel Fernández del PLD, con un margen del 1% de los
votos, logrados gracias a su apoyo y a varias trapacerías
electoral.