Bonaparte Gautreaux Piñeyro, el Autor |
Por Bonaparte Gautreaux Piñeyro
La inversión de valores es tal que de un tiempo a
esta parte las palomas le tiran a las escopetas. El estudio del pasado
contribuye a entender el presente. Quizá por eso es tan difícil determinar qué
es lo cierto y qué no es cierto cuando se trata de desentrañar la Historia.
Historias hay muchas pero la Historia, la que se escribe con H mayúscula, la que contribuye a que podamos colocar como matriz, como ejemplo, como modelo para trazar los nuevos rumbos que debe seguir la sociedad, esa Historia es tan difícil de hallar como una simple aguja en un inmenso pajar. Esa Historia no brilla, por eso es tan difícil de ubicar, de estudiar, de encontrar, de determinar y esa es nuestra obligación.
Esa Historia se oculta sistemática y constantemente, para que los pueblos actúen a ciegas, para que no puedan seguir las huellas luminosas del pasado.
Decía Sócrates Nolasco que cuando los restauradores entraron a Santiago luego del incendio de la ciudad, sus pasos estaban marcados por las cenizas “pero sus botas no ensucian, estampan huellas de luz”.
Pasaron muchos años antes de que las huellas de los restauradores fueran seguidas por un ejército que permitiera a la nación sentirse orgullosa de sus hombres armados, 102 años mediaron entre el inicio de la Restauración y el inicio de la Guerra de Abril de 1965, pero en la escuela no quieren enseñar de dónde salió la Patria, para que los jóvenes no quieran seguir esos pasos.
La primera baja de esa guerra de exterminio de la Historia para que se convierta en historia, es la verdad.
Una nación formada a la sombra de la mentira repetida hasta echar por tierra conductas, acciones, hechos, se convierte en un rosario de inventos que confunde, en veces, hasta a sus propios cultores.
Hemos vivido de espaldas a la verdad. Hemos vivido pensando y diciendo que el fango pútrido de las cloacas es materia prima para perfumes. La podredumbre y el sucio son materia prima para quienes emplean la palabra para ocultar, para mentir, para tergiversar.
Desde que los enemigos de la Patria engañaron al país haciéndole ver que lo malo era bueno, que la sinrazón debía ser respetada como oro de buena ley, la nación inició un derrotero donde algunos aprendices de brujos quieren demostrar que la noche es día y el día noche.
La última que venden es que Leonel Fernández es bueno y Miguel Vargas no es el culpable de que el PLD se alzara con el santo y la limosna, por su labor de zapa como traidor quintacolumnista.
Bonaparte Gautreaux P.