"LE FALTA MORAL"
De Bonaparte
Gautreaux Piñeyro
Siempre
hubo gente ingenua, creída, engañada,
capaz de seguir a personas por las ofertas verbales, por las palabras
almibaradas, por los fuegos fatuos que son capaces de desdibujar en un
discurso, en una conversación.
Resulta
curioso ver cómo se viene desarrollando una corriente contraria a lo que enseña
la vida sobre la lealtad, la honradez, la seriedad, el respeto a los demás.
Es
extraño ver cómo se intenta premiar la inmoralidad y la traición como si esas
conductas pudieran convertirse en oro de buena ley.
Lo más
interesante es ver cómo se empapa el cuerpo social con una actitud de dejadez,
de entrega, de aparente impotencia, de aceptación cual si se tratara de una
condena, como si fuera una maldición de la cual no nos podemos sacudir.
La
involución moral que sufre nuestra sociedad es tan grave que en veces pienso
que las aguas fluyen río arriba y no es verdad; pase lo que pase, las aguas
siguen su curso hacia abajo.
No
importa que el río baje crecido y con mucho lodo, del mismo modo que pase lo
que pase mañana saldrá el sol, asimismo mejor temprano que tarde las aguas del
río volverán a retratar las luces del amanecer y las del crepúsculo en sus
límpidas aguas.
Los
farsantes, los actores de mala muerte que piensan que se puede engañar a todo
el mundo todo el tiempo, caminan sobre el filo de la navaja, pisan los carbones
encendidos y mantienen la
careta con las que pretenden impresionar a los ingenuos.
Esos
farsantes a quienes la vida coloca en lugares que no merecen, se confunden con
la borrachera que produce el poder económico, social o político.
Esa
gente carece de sentido moral y de vergüenza, pisotea cualquier cosa porque
tiene una agenda fuera de los principios, por eso no tiene miramiento alguno
para mentir, robar, engañar, abusar, traicionar.
El
Presidente Hipólito Mejía dijo durante la campaña refiriéndose a Leonel
Fernández, Danilo Medina y compartes “nos mienten, saben que nos mienten, pero
no nos engañan”.
Cuando
Hipólito señalaba las mentiras, los fuegos fatuos verbales y las fintas con las
que jugaban con el idioma para engañar, lo hacía para que el pueblo no cayera
en la trampa de permitir con lo condujeran por el error y hacia el error.
Por
supuesto, era de esperar que cuando Leonel hablara tejiera un rosario de
mentiras porque ¿cómo justificar con verdades el robo, la corrupción, el
desorden financiero?
Bastó
con que el gobernador del Banco Central aclarara una cifra citada por Leonel
Fernández, para que la nación de percatara de que es un mentiroso
consuetudinario. Hipólito lo había advertido.