"DEMONIOS DE LA PRENSA"
Cuando el periodista se corrompe, cuando decide vender su pluma y su voz, cuando pierde el sentido ético y moral, se convierte en un plumífero, sin palabra y sin voz propia. Los ejemplos abundan hoy día.
Juan Taveras Hernández,
El Autor
Los periodistas nos pasamos gran parte de nuestras vidas escribiendo y
hablando sobre personas de la vida pública, que no tienen ningún valor
espiritual, ni moral.
Nos pasamos gran parte de nuestras vidas ponderando lo imponderable,
justificando lo injustificable. No informamos, desinformamos. La verdad y la
objetividad se pierden entre las prebendas de las fuentes informativas.
Nos dejamos atrapar por el inmediatismo; por el sentido práctico del día
a día en la información, como máquinas sujetas a una pirámide invertida que nos
invierte el sentido de responsabilidad social en la sala de redacción del
diario que nos oprime el cerebro.
Los periodistas nos pasamos gran parte de nuestras vidas sobreviviendo a
la tragedia de la sangre y de la muerte que nos llega como noticia. Nuestros
dedos saltan sobre las teclas del computador sin ver la sangre, ni la opresión.
Muchos se proclaman independientes ignorando que la independencia no
existe en materia de comunicación de masas.
Reproducimos ideas y valores de una sociedad decadente perdiendo de
vista la misión sacerdotal que debe acompañarnos a la hora de hablar y
escribir.
Los periodistas no forman parte de la “clase dominante”. Pero si de su
estructura de dominación y saqueo. Muchos, en ese engranaje, se convierten en
mercenarios y sicarios de la comunicación.
Hace muchos años aprendí que “las ideas de la clase dominante son
también las ideas dominantes en cada época, que la clase que dispone de los
medios de producción material, dispone, a la vez, de los medios de producción
intelectual”. Aprendí, hace tiempo, que
no basta saber, que es necesario actuar consecuentemente con lo que se sabe,
aunque no resulte fácil.
Un periodista sin periódicos, emisora o canal de televisión, es como un
soldado sin fusil en medio de la guerra. Pero cuando ese soldado (periodista)
tiene un fusil para proteger a los que hacen la guerra, está contribuyendo a
que mantenga el dominio sobre los demás.
La propiedad de los medios es determinante. Quien informa dirige la sociedad. Los
periodistas, aunque creamos lo contrario, no dirigimos. Somos dirigidos por los
dueños de los medios. No olvidemos que
Los medios juegan el papel que le asignan sus dueños. Si ellos no lo
permitieran, si no fueran parte del juego sucio, los periodistas no terminarían
en la pobreza moral que los anula.
Cuando el periodista se corrompe, cuando decide vender su pluma y su voz, cuando pierde el sentido
ético y moral, se convierte en un
plumífero, sin palabra y sin voz propia. Los ejemplos abundan hoy día.
Los 70 mil y tantos millones de pesos que en ocho años invirtió el
presidente Leonel Fernández para
corromper a una buena parte de los medios y de los periodistas y
comunicadores de todo el país, explica
la vergüenza que siente el escritor, poeta y profesor Andrés L. Mateo cuando
lee algunos articulistas, ve
determinados programas de televisión y
escucha uno que otro programa de radio.
Para que “mi vida no sea un asco”, hace tiempo que dejé de leer algunos articulistas, ver y escuchar
determinados programas de radio y televisión. Le huyo a los demonios de la
comunicación como el diablo a la cruz para evitar la contaminación espiritual.
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